Al igual que los yacarés dominaban la inmensa jungla amázonica, el wendigo de Algernon Blackwood es la bestia de los bosques vírgenes de Canadá, cuya extensión los europeos apenas podemos concebir, o mejor dicho, es la encarnación del terror que el hombre occidental siente ante la impenetrabilidad y oscuridad de lo salvaje. El territorio africano en Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas, el asiático en su cinematográfico hijo putativo Appocalypse now y el sudamericano en los Cuentos de la Selva o Anaconda, del mencionado en otro capítulo Horacio Quiroga, llenan las pesadillas del hombre blanco, que se intuyen en algunas descripciones de las tierras del interior de Norteamérica de William Faulkner, como las de su célebre cuento El oso.
En cuanto al wendigo, además de la forma un tanto primitiva de criatura oscura y terrorífica del relato de Blackwood, existen otras leyendas sobre esta especie de coco forestal; una de ellas relata que el humano que se pierde en los bosques y enloquece de tal forma que acaba comiendo carne de sus congéneres, puede convertirse en wendigo. Esta historia relaciona al monstruo con otros seres malditos, como los vampiros, los licántropos y otros infractores del tabú antropofágico. Así las cosas, el wendigo pasa de ser un terror corpóreo de origen natural a uno más de los villanos que pueblan películas y cómics baratos, triste fin que han sufrido algunos de los más interesantes ejemplares que reflejan el miedo a lo desconocido, como el yeti (pensé en principio usarlo para la y), las arpías, las momias, los monstruos marinos o los extraterrestres, entre otros.
En la vieja familia europea del monstruo se encuentra el Endríago, decididamente demoniaco adversario del mismísimo Amadís de Gaula, y cuyo antecedente literario más lejano podría ser la criatura Grendel del poema épico danés Beowulf: era un ser casi humano, de enorme fuerza y crueldad, que se llevaba a los mejores guerreros de la casa del rey, durante la noche, y los dejaba destrozados. Otra muestra del miedo medieval a las potencias oscuras, que sucumbió a la luz racional del Renacimiento, al menos hasta las novelas góticas del fin de la Ilustración.
El relato del wendigo habla de un ser poderoso que acecha a los amedrentados cazadores, como una venganza de los pobladores del bosque, de la fuerza que puede destruir fácilmente al hombre que haya desafiado la oscuridad y el horror. Casi invisible, representa la desaparición llena de misterio del compañero que hace poco dormitaba a nuestro lado (podría haber sido yo el que fuera arrebatado) y el puro miedo que deja mudos a los supervivientes. En la infancia, es el fondo negro y silencioso del pasillo por la noche cuando nos muerde el terror al ir al baño; más tarde es el manto de peligro que ronda cada esquina nocturna de las calles ignoradas; luego es la inquietud de ver marchar a los seres queridos a lugares sin noticia... En fin, es el enemigo del reino de las sombras cuyo máximo poder es convertirnos en sus vasallos, en dolientes wendigos que acechan a los mismos hermanos que nos están buscando y, venciendo el miedo, desafían la oscuridad que nos ha invadido y acabará con todos ellos menos con uno, el que contará la historia y perpetuará el horror en oyentes y lectores.