I de insecto indefinido
Escrito por Miguel Ángel Paniagua Escudero, miércoles 7 de mayo de 2014 , 22:25 hs , en Animación a la lectura

Como decía sobre La metamorfosis el llorado García Márquez, cuando Gregorio Samsa se despertó convertido en un gran insecto, sobre lo que debemos reflexionar es... ¿de qué insecto se trataba? Si era una cucaracha (Blatta orientalis), quizá Kafka quería hacernos ver lo asqueroso que se había vuelto el pobre Gregorio, repugnante parásito, cuyo único mérito para sobrevivir era querer sobrevivir. O, si no, un escarabajo pelotero (género Scarabaeus y otros), cuya reputación paleoegipcia como emblema solar de la máxima deidad se compadece poco con su vocación de coprófago: Samsa solitario habitante de su mundo (como un dios) e incapaz hasta de alimentarse solo (como un dios) o de darse la vuelta si cae de caparazón.

 

En la novelita se dice que el protagonista tiene exterior duro, pero quebradizo... ¿no podría ser una hormiga (familia Formicidae)? ¿Hay algo más triste y angustioso que una hormiga sola, como un miembro separado de un cuerpo inexistente?

El otro día leía u oía –7 vocales juntas- sobre el asco que le daban a no sé qué escritor los pececillos de plata (Lepisma saccharina), primitivísimos bichejos que pululan por nuestros baños en la oscuridad como gotitas metálicas. No estaría mál que Franz Kafka hubiera pensado en uno de ellos para entrar en la familia Samsa, cosa que no parece haber ocurrido, dado que el insecto de La metamorfosis es más patudo y articulado-

Recordemos que no podía un ciempiés, escorpión ni araña porque no son insectos, lo que evita los inconvenientes de que Gregorio fuera venenoso. Tampoco puede ser uno de los alados, como abejas o libélulas, ni parece una forma larvaria, ni tiene sonido propio, como grillos o chicharras. Aún así, quedan otras posibilidades bien horripilantes, como una chinche (orden Hemiptera), en especial si se trata de una chinche de las camas (Cimex lectularius), especie que se adecuaría mejor que otra para la metamorfosis del pobre Samsa, que se pasa el día en la cama, y es aún más parásita que la cucaracha.

La tijereta (Forficula auricularia) o rapaculos o cortapichas es otro bichillo inquietante, como indican sus nombres vernáculos, armada en la retaguardia y asaz pululadora, aunque digan los tíos mayores que no hacen nada. Para los anglosajones, que la llaman earwig, además tiene la leyenda de que se introduce en los oídos de los desprevenidos para poner huevos o alimentarse de los sesos. Si Gregorio Samsa se hubiera convertido en una habría tenido más oportunidades y la novelita la habría escrito otro autor más festivo en lugar de Kafka, quizá Wenceslao Fernández Flórez; ¿os imagináis La venganza del rapaculos gigante en la línea de El malvado Carabel, nuestro Samsa de andar por casa?



Agregar comentario
Comentarios