Federico García Lorca, “Canción de jinete”.
Córdoba.
Lejana y sola.
Jaca negra, luna grande,
y aceitunas en mi alforja.
Aunque sepa los caminos
yo nunca llegaré a Córdoba.
Por el llano, por el viento,
jaca negra, luna roja.
La muerte me está mirando
desde las torres de Córdoba.
¡Ay qué camino tan largo!
¡Ay mi jaca valerosa!
¡Ay, que la muerte me espera,
antes de llegar a Córdoba!
Córdoba.
Lejana y sola.
Jaca es el nombre que se da al caballo de tipo más habitual en Andalucía: pequeño y manejable, con crin y cola cortados, castrado y de uso en el campo. El caballo (Equus caballus, Equus ferus caballus si lo incluimos en su ancestro salvaje, como se hace con el Canis (lupus) familiaris) ha sido un acompañante indispensable del ser humano desde hace milenios hasta el siglo XX, en el que fue desplazado por el vehículo automóvil. No solo ha sido un elemento necesario para la ceremonia, el lujo, la guerra, el trabajo, el comercio, la caza, el transporte y el deporte, sino que, además, se sabe que la relación entre un caballo y su jinete es la más profunda que se puede establecer entre dos especies de vertebrados, más allá de la simbiosis.
No muy lejos hubiera llegado Don Quijote de la Mancha sin Rocinante, recordado por Elena Poniatovska en su reciente discurso de recepción del Cervantes. El caballo siempre lleva adelante a su jinete, y, en el caso de la copla lorquiana, la jaca que lleva un jinete agonizante lo seguirá llevando cuando este muera, aunque ahí nos deja el enigma: nadie sabe adónde.