M de mosca
Escrito por Miguel Ángel Paniagua Escudero, jueves 3 de abril de 2014 , 23:03 hs , en Animación a la lectura

 

Vosotras, las familiares,
inevitables golosas,
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.

¡Oh, viejas moscas voraces
como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!

¡Moscas del primer hastío
en el salón familiar,
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!

Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas,
perseguidas
por amor de lo que vuela,

—que todo es volar— sonoras
rebotando en los cristales
en los días otoñales ...
Moscas de todas las horas,

de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada,

de siempre... Moscas vulgares,
que de puro familiares
no tendréis digno cantor:
yo sé que os habéis posado

sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.

Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas;
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.

Las molestas moscas (Musca domestica), cuya omnipresencia elimina el aburrimiento y marca el paso del tiempo en el poema de Antonio Machado, descomponen los cadáveres que los seres humanos vamos dejando, sean nuestros o no. Nos están tan agradecidas por haberlas sacado, en tiempos prehistóricos, de un momento zoológico poco prometedor, que no pueden dejar de animarnos ni un solo verano. Ellas nos quieren tanto que, en las siestas de verano, se asustan de vernos con los párpados yertos y vienen volando a comprobar que seguimos vivos. Las moscas de instituto de secundaria son especialmente raudas y divertidas de cazar; además, son solidarias con el alumnado en su persecución del profesorado, más atractivo para ellas, por lo visto, que otros especímenes humanos.

En realidad, cuando estamos en uno de esos ambientes asépticos climatizados, nos alegra ver una mosquita superviviente; por ello, es una pena que el moderno furor insecticida impida nuestra convivencia, como bien decía Cortázar en su cuento “Progreso y retroceso”:

 Inventaron un cristal que dejaba pasar las moscas. La mosca venía empujaba un poco con la cabeza y, pop, ya estaba del otro lado. Alegría enormísima de la mosca. 

Todo lo arruinó un sabio húngaro al descubrir que la mosca podía entrar pero no salir, o viceversa a causa de no se sabe que macana en la flexibilidad de las fibras de este cristal, que era muy fibroso. En seguida inventaron el cazamoscas con un terrón de azúcar dentro, y muchas moscas morían desesperadas. Así acabó toda posible confraternidad con estos animales dignos de mejor suerte.



Agregar comentario
Comentarios