El narval (Monodon monoceros, que siginifica un solo diente, un solo cuerno) es un mamífero marino del Ártico, algo mayor que un delfín, comedor de bacalao y poco vistoso, cuyo misterio está en el colmillo de los machos, que era vendido como si fuera cuerno de unicornio por los comerciantes nórdicos, que prometían todo tpo de beneficios mágicos. Los vikingos, que eran malos pescadores, se lo adquirían a los inuit (mal llamados esquimales), para los que era una fuente de alimento y de material para fabricar sus enseres. El cuerno o colmillo puede llegar a medir más de dos metros, es decir, la mitad de largo que el resto de su cuerpo. Cuando se supo, más modernamente, de dónde venía el cuerno del unicornio, los fabuladores creyeron descubrir una de esas encarnaciones de la destrucción causada por el océano y uno más de los monstruos malignos que acechan al hombre que se hace a la mar.
Un reflejo de esa idea lo hallamos en la novela Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne, una de sus obras de anticipación científica y de aventuras que ha enganchado a jóvenes lectores durante muchas generaciones. En ella, el narrador y otros aventureros se embarcan para descubrir el monstruoso narval gigante que había hundido con su colmillo varios navíos, según se especulaba. Víctima del que debía ser su presa, el personaje protagonista descubre que la bestia marina que estaban buscando no era un narval, sino un artefacto, en una escena que retrata la reacción del hombre moderno ante el nuevo poder que le otorga la técnica:
El descubrimiento de la existencia del ser más fabuloso, del ser más mitológico, no habría podido sorprender tanto y en tan alto grado a mi razón como el que acababa de hacer. Que lo prodigioso provenga del Creador, parece sencillo. Pero hallar de repente bajo los ojos lo imposible, misteriosa y humanamente realizado, es algo que hace naufragar a la razón.
Se trataba del Nautilus, sumergible que toma el nombre de uno de los más antiguos habitantes de los mares, el molusco llamado nautilo (del género Nautilus), El dueño del buque se llamaba a sí mismo capitán Nemo (en latín, nadie), con lo que tenemos la tercera N. Misántropo, pesimista, vengativo y desequilibrado, la ciencia y el odio a la humanidad conviven dolorosamente en Nemo, un héroe y villano moderno. No sé por qué la Disney llamó Nemo al pececillo valiente pero desequilibrado de sus dibujos animados, pero lo dejaremos en un homenaje al misterioso personaje, con el que dicen que se identificaba su creador, Julio Verne.