T DE TIBURÓN
Escrito por Miguel Ángel Paniagua Escudero, miércoles 12 de febrero de 2014 , 19:12 hs , en Animación a la lectura

El primer monstruo con el que el Viejo peleó durante su pesca es Ixurus oxyrhinchus (marrajo o tiburón mako); sin embargo, por su forma de ataque, la mayoría de los agresores posteriores parecen ser Prionace glauca (tintoreras), aunque podría tratarse de Galeocerdo cuvier (tiburón tigre) por la descripción de su hocico y su nombre (galanos en la versión original,y lo que mejor se corresponde con la definición y descripción del Diccionario de la RAE), si bien estos son de costumbres más solitarias. En fin, aunque Hemingway era conocedor de los pescados del Caribe (en la foto vemos al escritor estadounidense con un ejemplar de mako) podrían ser otras dos o tres especies, ya que estamos hablando de una obra de ficción y, de todos modos, a nosotros nos basta con el nombre común de tiburón para asociarlo a emociones bien intensas. Grandes, rápidos, silenciosos y mortales, despiertan un miedo especial en nosotros porque vemos que, a sus ojos, somos solo una presa cualquiera. Ningún otro depredador es tan maligno ni despiadado porque no temen al hombre y se ven invencibles en su reino. Algo parecido a cómo nos ve la mayoría de los animales a los seres humanos.

Ahora bien, marrajo, cazón, caella, algún que otro corte de “emperador” o incluso “mero” son, en realidad, tiburones que nos zampamos como pescado de calidad incierta. Los matamos en tal cantidad y con tan poco aprovechamiento (véanse las sopas de aleta de tiburón: el resto, a la basura) que, en todos los millones de años de su existencia, nunca se habían visto tan en peligro como ahora. Como además son infinitamente menos humanos que los delfines, nos da igual su exterminio. Nos da igual su fisiología eficiente, el hecho de que muchos sean vivíparos o su importancia ecológica... porque son la representación del mal: esos ojos amarillos y crueles, el silencio que los acompaña, sus dientes aterradores no pueden ser más que figuras demoniacas (hasta que llegó Disney y sus tiburones rehabilitados en Buscando a Nemo).   Es el elemento destructor y el enemigo de la especie humana de muchas historias reales truculentas (buscad la terrible historia del USS Indianápolis) y de algunas ficciones como la que hemos mencionado al principio: El viejo y el mar de Hemingway, la obra sobre la constancia en el esfuerzo como fin en sí mismo y la consagración del fracaso heroico. Pero, además, en su lectura deja huella la angustia con que el lector acompaña la lucha del protagonista con lo fatal, cuyo símbolo es el tiburón.

Otra narración en la que el tiburón se hace elemento esencial y que, por otro lado, se ha leído en muchas clases de educación secundaria es el Relato de un náufrago, obra casi más breve que su título completo: Relato de un náufrago que estuvo diez días a la deriva en una balsa sin comer ni beber, que fue proclamado héroe de la patria, besado por las reinas de la belleza y hecho rico por la publicidad, y luego aborrecido por el gobierno y olvidado para siempre. de García Márquez, una obra más periodística que novelesca, en la que se cuenta en primera persona el caso real de un hombre que cae al mar desde un barco contrabandista y, en una especie de balsa que consigue improvisar, sobrevive varias semanas al hambre, la sed, la soledad y, por si fuera poco, al acoso de los tiburones. Se queda en la memoria el hecho simple y escalofriante de que cada día los tiburones llegan a las cinco. Entonces empieza la guerra de nervios:  La aleta de un tiburón infunde terror porque uno conoce la voracidad de la fiera. Pero realmente nada parece más inofensivo que la aleta de un tiburón. No parece algo que formara parte de un animal, y menos de una fiera. Es verde y áspera, como la corteza de un árbol. La lucha del náufrago con los tiburones traza cierto paralelo con la del Viejo, no por casualidad Gabo admiraba a Hemingway sobre muchos otros, y es que para el autor caribeño, como para el norteamericano, la lucha contra lo esencialmente invencible es la misma médula de la vida.



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